Nunca fui un mitómano. De nada, ni de nadie. El hecho de que
me pueda gustar la música más o menos (soy obsesivo con Revólver, lo reconozco
sin rubor), o de que sienta predilección por la saga de Star Wars (la
auténtica, no el truño que hicieron luego), nunca me empujó a ser un
incondicional.
Ni pósters, ni camisetas, ni nada más que no me ayudara a
mantener una equidistancia entre la querencia y la distancia prudencial. En el
fondo creo que siempre me aterró la idea de ser visto como un friki.
En realidad, reconozco que miento. Sólo he sido mitómano de
algo, de alguien. De la figura del Matador. Del futbolista Don Mario Alberto
Kempes ( @ESPNMarioKempes ).
Tuve la suerte de encontrar el reportaje "La huella deKempes en España" en el que colabora el
periodista Paco Lloret.
La primera vez que lo vi, se me erizó todo el vello del
cuerpo. Fue para mi una máquina del tiempo.
Conforme iban pasando las imágenes, los recuerdos, los
goles, los testimonios, las anécdotas, constaté sentimientos profundos. De los
que dejan huella. De los que te transportan a otro mundo.
De la grandeza del Matador, no voy a volver a hablar. Los
que lo vimos sabemos que el @valenciacf y el valencianismo disfrutaron durante
años del mejor jugador del mundo y de uno de los mejores de la historia de este
deporte.
Pero los recuerdos evocados en el ya citado documental,
pertenecen a cada persona que ronde los cuarenta.
Tardes de aquel fútbol ochentero y reivindicativo de
Senyeras en la bandera y en las camisetas. Fútbol de ir al campo y estar atento
porque iba a ser complicado luego ver algo que no fuera el Realísimo en la
entonces "mejor televisión de España".
Orgullo de los niños de toda una generación que quisimos
llevar el pelo largo y jugar al fútbol con el 10 en la espalda que mamá cosía
en la mega-calurosa senyera de algodón con unos números horribles de hule en
color azul que se ajaban a la tercera lavada. Las medias por los tobillos, un
balón "de reglamento" y a buscar una portería contra la que chutar
para creer que eras Mario Alberto...
Kempes era el liderazgo, el carácter, la potencia, la
humildad, el cañón en la pierna izquierda, una finta majestuosa, una progresión
en carrera ingualable, una camiseta de la senyera, un brazalete en un brazo
como pocas veces ha lucido, el temor que infundía en los rivales y que te hacía
sentirte poderoso en tu butaca... Y goles. De todas las facturas, de falta (una
de sus especialidades), de zambombazo, con depurada técnica, de ratón de área...
Y por encima de todo eso, Kempes es un nexo de unión con
cada historia personal. O con la colectiva de una generación que acudimos a
Mestalla para asistir al fútbol por primera vez de la mano de nuestro padre y
gozábamos con el Matador sobre el césped de Mestalla entre el sol castigando
los ojos en las filas más bajas del sector 5, la paella "en la gola",
señores de cierta edad que iban al fútbol en chándal y zapatos de rejilla, olor
a puro y el programa oficial del partido para controlar a qué partido del
"Dardo" pertenecía el gol que acaban de subir.
Por eso creo que nos emocionó a todos ver que El 10 será el
embajador del club.
Porque en ese instante retumbó una voz que a mi lado, y
antes de ejecutar una falta al borde del área me decía "tantos, uno. Xiquet,
eixa va a la gatera"
Y que pocas veces te dejaba en mal lugar Kempes, papá. Te
acuerdas?